miércoles, 8 de septiembre de 2010

Ya en tiempo de los romanos...



Había cáncer (y mucho antes). Y las curaciones eran anecdóticas. Todo iba mal hasta los siglos XVIII y XIX. Desde ahí, el despegue. Con los avances en anestesia, asepsia y cirugía, las curaciones iban a más. Hasta un techo que rondaba el 25-30%. Llegamos al siglo XX. Despega la radioterapia y la industria farmacéutica va entrando en el filón de la mina de oro. En los 70 y los 80 apuesta por fármacos como el viejo cisplatino (data de 1845), o el paclitaxel (de 1968). Empecé el MIR el 23F de 1983, (dos años después del tristemente famoso 23F) y hacía poco que el exuberante Esteban Cvitkovic describiera cómo administrar cisplatino sin romper los riñones. Durante mi especialidad, todo fueron novedades. Se fueron desarrollando análogos, cuajó el taxol y su pariente cercano (se solventó el problemilla de obtención de la molécula, casi nos quedamos sin tejos), llegaron para quedarse el VP16213, las vincas varias, los tecanes, los setrones, los anticuerpos monoclonales, los hematopoyéticos. Medicaciones orales. Se empezaron a hacer listas de cánceres quimiocurables, y ahí tenemos al Amstrong ganando Toures como un loco. Las adyuvancias y los paliativos fueron cada vez más cotidianos, la mamografía tuvo su plan y ahora le toca a la sangre en heces. La próstata se quedó por el camino (en lo del plan de screening, se entiende) y el pulmón aún no ha llegado. Por fin se "quitó" el tabaco de los hospitales y puede que algún día, de los bares. La industria, que apostó tímidamente por la ciclofosfamida y las antraciclinas, rebosa ante un filón por explotar cada día más gordo. Y se nota. La gente sabe que se curan hasta el 50-60% de todos los cánceres si se hacen las cosas bien. Y sabe que puede vivir bien si no se cura. Y que puede morir bien cuando no se cura. En todo momento me ha parecido una especialidad emocionante.

Y aunque tengo la sensación de que lo mejor está al caer, pienso que quizá yo lo esperaba antes. Que sigue siendo un trabajo duro el de oncólogo (y mira que el trabajo de médico ya "per se" es duro). El glivec (imatinib), dió un nuevo vuelco a los paradigmas. Se empezó a hablar de pequeñas moléculas, de medicinas personalizadas, de tratamientos selectivos, y aquí estamos. Con la boca abierta.

Pues eso. Disculpad la vena de abuelo cebolleta que me ha salido. Es que yo llegué antes que el taxotere (perdón, docetaxel). 

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